Hay historias que nacen en sitios románticos y otras en situaciones que desearíamos no estar.
Ésta empieza con el padre de Rafa ingresado en la UVI. Él iba a verlo todos los días, con la tristeza de tener a alguien querido ingresado en urgencias. Pero un día, entre lágrimas, Rafa vio aparecer a Nayra. El tiempo se detuvo unos segundos para él, que sólo la veía a ella con esa preciosa sonrisa que tiene. En ese instante se dio cuenta de que ella era la mujer de su vida. Fue un flechazo a primera vista.
Al día siguiente de conocerla, Rafa fue a ver a su padre totalmente emperifollado y perfumado, por si volvía a ver a Nayra, pero no tuvo la oportunidad. Pasó otro día y lo mismo, él no perdía la ilusión de volver a coincidir con ella. Así día tras día, hasta que por fin volvieron a verse. Pero no fue como la primera vez, Rafa notó que a Nayra le pasaba algo. Ella, sorprendida de que nadie se hubiera dado cuenta menos él, le confesó que estaba triste porque su novio la había dejado. Rafa vio como en este momento se le abrían todas las puertas, e inmediatamente la invitó a tomar un café para poder consolarla, pero Nayra lo rechazó, no quería saber nada de él ni de ningún hombre.
Pasaron los días y subieron al padre de Rafa a planta, con lo que las posibilidades de encontrarse con Nayra casi desaparecieron. Sin embargo, él no perdía la esperanza, tenía que intentarlo por última vez, así que se las ingenió para verla unos minutos y, antes de despedirse, le dio un papel con su número de teléfono y un mensaje: “Nunca dejes de sonreír”.
Esta vez Rafa tuvo que esperar poco tiempo, Nayra le escribió al día siguiente.
Y así comenzaron a quedar, para tomar unas cervezas, para charlar, para dar un paseo… Hasta que Nayra llevó a Rafa a su casa, formalizando la relación.
Pasó el tiempo y para el cumpleaños de Nayra, Rafa organizó todo un día de sorpresas. Este día especial para ella comenzó con un desayuno en la cama y, continuó de una forma muy romántica: Rafa, aprovechando que vivían en el monte, había impreso un montón de fotos de ellos dos y las había colgado de hilos atados a los árboles. Nayra, muy emocionada, iba cogiendo cada foto y leyendo la dedicatoria que había en cada una de ellas.
La siguiente sorpresa era pasar una noche en el refugio de El Teide. Tras una larga caminata hasta llegar arriba y una noche pasando mucho frío, a las cinco de la madrugada se levantaron para recorrer el último tramo y llegar hasta el pico para ver el increíble amanecer que brinda este sitio.
La sorpresa final llegó a las ocho de la mañana, cuando Rafa, delante de todo el mundo se puso de rodillas, cogió a Nayra de la mano y le pidió matrimonio. No hubo anillo en ese momento, pero sí una piedra como símbolo de esa alianza.
La pedida de mano en el sitio más alto de España.
Que precioso reportaje. Gracias